Caracas es testigo de un Romance del Ron y el Bolero

En ocasión del Caracas Ron Festival en noviembre del 2016, organizado por Fabián Lugo y mi buen amigo Vladimir Viloria, gran titulador de mis tres intervenciones en el Hotel Pestana, con casi honor de cata, “Romance del Ron y el Bolero”. Viloria me llamo un día como a las 8 de una madrugada tormentosa a preguntarme como se iba a llamar mi tertulia sobre ron y bolero, y yo apenas pude balbucear, poeta le cedo el honor de bautizar eso, porque me encuentro en proceso de cumplir una cuota de sueño de alto linaje. Así las cosas el buen Vladi mezcló como buen mixólogo las dos palabras que me agobian el espíritu y solo pude decir, aprobado maestro, y así se quedó.

Sin embargo, esas dos palabras quedaron preñadas en mi mente, en mi delirio sentimental de escribir algún día la historia universal de la “senxualidad”, pero ante pretencioso titular, me conformé con dejar incubar este intento de libro que se ha venido escribiendo solo gracias a mi afición por el bolero y a los majestuosos rones de la Hacienda Santa Teresa, y otras maravillas de la ronería nacional e internacional. Mucho tuvo que ver el poema «Elogio de tabaco en humo» de Charles Perrault, inspirador de Romance del bolero y del ron hacerme presidente vitalicio del Club de Fumadores y con los años también del Club del Ron: “Tabaco enemigo de la tristeza / planta que Baco ha sembrado / amigo social del ron / que hace la fiesta animada / que sirve de antídoto a los males / que nos da la razón / que cambia preocupaciones en delicias / que cura los corazones heridos / y está en el rango del vicio / pese a sus raras virtudes”. Como el ron cura los corazones heridos, ahí estaba el bolero, como remedio de las tragedias sentimentales, durante 14 años de mi programa de boleros que curan el alma, «A mí me pasa lo mismo que a usted», una tertulia radial, para todos aquellos que sufren o gozan el amor, que llega a sus corazones, por la Radio Nacional de Venezuela. Un programa de formato libre sustentado en los fracasos amorosos de su conductor y su audiencia, con la idea de intercambiar dolores y experiencias sentimentales. ¡El mandado estaba hecho!

Romance del Ron y el Bolero

En ocasión del Caracas Ron Festival en noviembre del 2016, organizado por Fabián Lugo y mi buen amigo Vladimir Viloria, gran titulador de mis tres intervenciones en el Hotel Pestana, con casi honor de cata, “Romance del Ron y el Bolero”. Viloria me llamo un día como a las 8 de una madrugada tormentosa a preguntarme como se iba a llamar mi tertulia sobre ron y bolero, y yo apenas pude balbucear, poeta le cedo el honor de bautizar eso, porque me encuentro en proceso de cumplir una cuota de sueño de alto linaje. Así las cosas el buen Vladi mezcló como buen mixólogo las dos palabras que me agobian el espíritu y solo pude decir, aprobado maestro, y así se quedó.

Sin embargo, esas dos palabras quedaron preñadas en mi mente, en mi delirio sentimental de escribir algún día la historia universal de la “senxualidad”, pero ante pretencioso titular, me conformé con dejar incubar este intento de libro que se ha venido escribiendo solo gracias a mi afición por el bolero y a los majestuosos rones de la Hacienda Santa Teresa, y otras maravillas de la ronería nacional e internacional. Mucho tuvo que ver el poema «Elogio de tabaco en humo» de Charles Perrault, inspirador de hacerme presidente vitalicio del Club de Fumadores y con los años también del Club del Ron: “Tabaco enemigo de la tristeza / planta que Baco ha sembrado / amigo social del ron / que hace la fiesta animada / que sirve de antídoto a los males / que nos da la razón / que cambia preocupaciones en delicias / que cura los corazones heridos / y está en el rango del vicio / pese a sus raras virtudes”. Como el ron cura los corazones heridos, ahí estaba el bolero, como remedio de las tragedias sentimentales, durante 14 años de mi programa de boleros que curan el alma, «A mí me pasa lo mismo que a usted», una tertulia radial, para todos aquellos que sufren o gozan el amor, que llega a sus corazones, por la Radio Nacional de Venezuela. Un programa de formato libre sustentado en los fracasos amorosos de su conductor y su audiencia, con la idea de intercambiar dolores y experiencias sentimentales. ¡El mandado estaba hecho!

Pero hubo otro hermoso antecedente, en esto del romance, el bolero y el ron, protagonizado por el mixólogo mayor Néstor Parra, gran amigo y mejor colaborador en las fiestas del club del ron que presido. Y además me presentó a una bella muchacha que fue el último amor de mi vida. Vale decir todos los componentes perfectamente mezclados, jajaja. Pero vayamos a la historia de dónde salió el Club del ron. Por el año 99, los jóvenes Vollmer dieron un golpe de estado a la junta directiva de la Compañía Ron Santa Teresa, arrendada a un importador de whisky que dejó venir abajo todo lo que tuviera que ver con el ron porque sus intereses eran obvios, durante los 25 años que Don Alberto Vollmer y Doña Christine De Marcellus de Vollmer, fueron embajadores en el Vaticano. A todas estas, Alberto Cristóbal hijo mayor del matrimonio y ya conductor de la empresa, consulta a nuestro “jefe 16” Jonathan Coles, emparentados por esos días por la boda de un hijo de Jonathan con una hermana de Alberto, muy preocupado por cualquier información económica que saliera en los medios y perturbara sus negociaciones con la banca.

Con Coles, presidente de Mavesa, una importante empresa venezolana, yo había trabajado casi 20 años como coordinador del Proyecto Cultural Mavesa dedicado a la guitarra clásica de la que era un notable instrumentista, y como asesor de asuntos públicos. Ante la pregunta sobre que hacer ante los acontecimientos políticos en pleno desarrollo, me tocó darle la más sensata recomendación, a pesar de quedarme sin trabajo jajaja, que un consultor podría hacer, ¡que vendieran!, y así fue como compró la Polar, empresa cervecera que agregó a su portafolio de alimentos, los productos de Mavesa.

Ajá pero que tiene que ver el culo con las pestañas pensarán ustedes. Ah bueno que Coles me heredó al recomendarme con Alberto como consultor y solución a sus problemas comunicacionales, como ciertamente fue al fundar El Club del Ron. Ya yo era presidente vitalicio del club de fumadores, que echaba humo para fuera, porque no ser presidente vitalicio de otro también, e inventar uno que echara ron para dentro. Le pusimos música al proyecto y el énfasis a la palabra familiarización, que implicaba a la familia Vollmer como conductora de una historia de más de 200 años, al ron, como el elixir maravilloso, eslabón anterior a la panacea, y a la hacienda, como el mágico espacio del dulce vagavagar de los cañaverales.

Las primeras reuniones preparatorias se llamaron famtrips, porque su objetivo era familiarizar a los comunicadores con los jóvenes conductores, con el ron y con la hacienda. Las palabras de bienvenida las titulé la tertulia de la fantasía. O sea, aquí venimos a beber ron, a comer carne en vara y a bailar salsa, así que cero preguntas de economía y a guardar libretas y grabadores. Jajaja. Aquello fue ¡exitosísimo!*. Pero lo cojonudo del asunto fue el bien colateral. Durante mucho tiempo, el ron era la bebida de los arrabales y de los bares de mala muerte. Por fortuna, y como ya lo decíamos en el libro “Su majestad, el ron venezolano, en lo que va de siglo logramos elevar de categoría al ron y tal vez por la influencia de paladares extranjeros, hoy comienza a estar presente, en los clubes elegantes y en las mejores fiestas. Pero más allá del comportamiento social de los bebedores, el ron, no solo que es nuestro y algo de orgullo nos debería hacer sentir, sino que es una bebida del trópico y para el trópico, extensible claro a otras regiones, con el sabor y la sandunga, con el olor de nuestras mujeres, también las más bellas del mundo y que son el mejor adorno de nuestros tragos y nosotros del de ellas, para no herir susceptibilidades.

Fue una época de verdadero esplendor, como me decía en estos días, en nuestro bar preferido del centro de Caracas, quién tomó grandes fotos de aquellas sesiones maravillosas, pero los verdaderos artífices de lograr categorizar al ron y darle su espléndido lugar fueron el difunto Igor Molina, gran periodista y Abigaíl Machado, fotógrafo insigne, que llenaron páginas y páginas de sociales en el diario El Nacional. Algo extraordinario definitivamente!.

Ustedes dirán, pero ajá y cuál es el antecedente hermoso. Bueno el cuento es con Néstor Parra, el mixólogo mayor de esta historia, que por entonces era jefe de bartenders en Santa Teresa, con quién entablamos una hermosa amistad y le debo de paso haberme hecho el gran favor de mi vida, resulta pues que me cuenta nuestra querida amiga común, Juli Rodríguez, ilustradora genial de esta historia que Néstor tiene una página de rones e instrumentales para el bartender, y qué mejor lugar entonces para que circule esta historia. Una mixtura de rones y boleros intercalados, en el mejor estilo de un coctel sentimental.

Por Humberto Marquez

Periodista, Escritor, Poeta y Amante del Buen Ron

Ilustraciones: Julietnys Rodriguez

Pin It on Pinterest

Share This